14 septiembre 2011

El sentido de la muerte

Para muchos la muerte es sinónimo de pérdida, dolor y despedida. Es un tema tabú que es mejor no convocar a la mesa. Es algo que arranca lágrimas, temor y angustia. O al menos podemos convenir que si de luz y oscuridad están separados los temas, la muerte pertenece a este último.

No soy ajeno a la mayoría y yo también miro de reojo la muerte, pero he llegado a la conclusión de que sin duda es algo que dejó de ser un misterio y que contiene toda esa sabiduría que busco y que únicamente aparece en los fugaces instantes de silencio que atesoro en mi paso por esta vida.


Cuidado. No hago apología de la muerte y mucho menos la quiero cercana todavía. Pero si puedo asegurar que ya tiene un sentido para mí y de eso quiero escribir aquí, motivado principalmente por la reciente tragedia en Juan Fernández y la muerte en este accidente de 21 chilenos entre ellos el animador Felipe Camiroaga.

La vida, nacer y crecer, es un privilegio de pocos si consideramos que eras parte de millones de espermatozoides que buscaban conquistar un óvulo. ¿Para qué? La respuesta es el objetivo de que estés acá. Y cumplir con ese objetivo acerca a una muerte más amable, con un sentido de dar descanso y respuesta a todos los misterios que en tierra nunca se develan.

No tener respuesta al "para qué" significa que tu paso por la vida es irrelevante, que tendrás que pasar varias veces por acá para encontrar una respuesta y, por lo mismo, la muerte es un simple hecho al que jamás puedes darle un sentido sin primero comprender la vida que te fue dada.

Y encontrar la respuesta pero no llevar a cabo esa misión, es quizás la más dolorosa de las opciones, pero también la ruta de mayor aprendizaje y gozo que puedes darle a tu vida. En esta oportunidad, la muerte se presenta como un accidente, como un hecho necesario para mantener el equilibrio o para que con tu muerte otros puedan alcanzar sus objetivos de vida. Como sea, no es en vano y puedes tener la seguridad que para la próxima vida tu aprendizaje vendrá en el ADN y es muy probable que esta vez si cumplas el objetivo.

En las últimas dos opciones, es válido temerle a la muerte. Es un corte no deseado, inesperado e incomprensible que nos impide verla como un acto de luz. Pero cuando le das un sentido a tu vida y cumples esos objetivos para los que se te fue entregada la vida, la muerte es un premio, un descanso tras el arduo trabajo realizado, una forma de terminar una etapa y preparate para la próxima.

Morir sin respuestas no tiene misterios: vuelves una y otra vez hasta que encuentres respuestas y cumplas tu misión. Morir con respuestas pero sin los objetivos se debe aceptar con humildad y con la tranquilidad de ser parte de un todo y, como tal, fuiste un eslabón necesario para la magia de esta vida terrenal.


Pero morir con los objetivos cumplidos es el comienzo seguro de una nueva vida, donde el alma no vive encerrada en un cuerpo y donde te encuentras con aquellos que también dejaron huella. Te quedas en la tierra por la que pasaste como un ejemplo de vida para aquellos que buscan respuestas y entras a una nueva dimensión donde están develados los secretos que hacen de la vida lo más maravilloso a lo que un ser humano puede aspirar.

"Deja que los muertos entierren a sus muertos" es un llamado a saltar de la mediocridad mundana y buscar respuestas para luego cumplir los objetivos. Puede que tu llanto por el que muere sea envidia por tener que quedarte acá, solo y sin respuestas ni objetivos. ¡Qué pena si es tu caso!

Mejor que tu llanto sea de alegría por saber que vas por buen camino y que aquél que tanto querías ya lo logró. Por eso cuando muere un hombre bueno, que hace el bien, que quieres, respetas, amas o admiras, toma su ejemplo y haz tu también de tu vida un sendero para que tu y también otros puedan llegar allá donde nos lleva la muerte: a la verdadera vida.

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