31 diciembre 2005

2005: Un año histórico

El 2005 se va... y a la hora del balance el saldo es muy positivo. Así quedará este año en la historia de este ciudadano llamado Leo Meyer:

ENERO: Hace exactamente un año estaba en La Serena esperando las 12 con Rodrigo Silva, Claudio Gálvez, el mendozino Flavio Cappellani y su hermana Natalia. Fue mi primer año nuevo con amigos y sin familia, quizá un augurio de lo que sería un gran año en lo personal. Tres días antes había comenzado a pololear con la Xime y tenía en el bolsillo la planificación de DiarioPyme y las clases en la universidad.
FEBRERO: No descansé mucho, no tuve vavaciones como Dios manda, pero me sirvió para tomar fuerzas y definir algunos temas pendientes.
MARZO: Comenzó con todo... grandes éxitos en lo laboral y un afiatamiento en mi relación con la Xime, aún cuando no lograba entender su forma de pensar y actuar ante situaciones especiales que a la larga definen el que dos personas estén juntas. Lo más interesante fue la creación de una empresa de Asesorías Comunicacionales, junto a un ex compañero de universidad, Rodrigo Bon.
ABRIL: Partí con las clases en la universidad y comencé a pensar seriamente la posibilidad de vivir solo. El hito más importante de este mes fue el pago de mi última cuota del crédito universitario, una cuponera de 3 UF mensuales que me había acompañano por los últimos seis años. Otra noticia relevante de ese mes fue el reencontrarme con un viejo amigo de carrete que no veía hacía años: Carlos Trincado.
MAYO: Celebré mi cumpleaños con todo y hasta me di tiempo de arrancar de Santiago con mi madre a la playa. Ahí le conté mi decisión de vivir con la Lili, tema que no tuvo mucha recepción, pero que yo estaba seguro era la mejor y más arriesgada elección que podía tomar en esta etapa de mi vida.
JUNIO: Terminé, volví y otra vez terminé con la Xime, por situaciones que no caben en un blog, pero que con el paso de los meses se volverían un aprendizaje importante. Paralelamente comencé a ambientarme en mi departamento en el Barrio Bellas Artes, a convivir con la Lili, a manejar mi tiempo y, por sobre todo, a conocer quién soy.
JULIO: Mes marcado por el cierre del primer semestre en la Andrés Bello y algunos problemas con DiarioPyme, ya que las relaciones con Victoria y Pancho se comenzaron a desgastar por causa de la monotonía y los pocos flujos. En lo personal, compré TV, refrigerador, muebles y todo lo que se necesita para vivir cómodo.
AGOSTO: Grandes desafíos y todos concretados con éxito. Armé el primer seminario de todo un día, con expositores de gran nivel y con ello no sólo superamos la necesidad de recursos frescos para DiarioPyme, sino además generé recursos para Gonzalo Ortega y para mi empresas de asesoría comunicacional. A esto se sumó la entrega de dos cursos en la Andrés Bello y de un curso en la Universidad del Pacífico, un lindo desafío. Este mes nació este Blog.
SEPTIEMBRE: ...la fiesta, la chicha y la empaná... A pesar de un 18 bien bailoteado, comencé a tener algún grado de cansancio, a lo que se sumaron los primeros problemas de convivencia con Lili... Le pude pagar un viaje por 7 días a Iquique a mi madre, tema que aún recuerda con gran cariño.
OCTUBRE: El cansancio se hacía cada vez mayor y más notorio, afectando mi ánimo y mi relación con el resto. A pesar de esto, saqué fuerzas de alguna parte y trabajé para generar el segundo seminario de todo un día, además de captar nuevos clientes para BonMeyer Comunicaciones. Casi, casi me fui a Francia, pero en la puerta del horno se quemó el pan... sin embargo logré hacer las movidas para que fuera César Pedrini.
NOVIEMBRE: Generé el tercer seminario de todo un día, pero eso, más los tres cursos universitarios, terminaron por desgastarme. La posibilidad de cambiarnos de oficina (gracias a un excelente ofrecimiento de Rodrigo Silva) no hizo más que aumentar la sensación de querer que este año terminara pronto.
DICIEMBRE: Total y absolutamente fundido. Cerré los tres cursos en las Ues apenas, requetecontra cansado. En DiarioPyme era imposible trabajar, estaba fundido de mente y alma. Más encima tuve una que otra desilusión amorosa, pero nada que me impidiera recapitular y sentir que era un justo precio a un año muy movido.


Y así llegamos a este momento, al fin de 12 meses en que partieron grandes desafíos. ¿Cómo se viene el 2006? Una de las grandes lecciones que me dejó este año que termina es que planificar es importante, pero no hay nada mejor como decidir y ejecutar lo que se piensa, que es un tema previo y vital para lograr cosas en esta vida. Por eso, no quiero planificar mucho, siento que "ando en racha" y que es mi turno para ayudar al "HOY" a que sea mejor y más aprovechable.
Total, no hay apuro... tengo todo un año para seguir escribiendo mi historia en este Blog...

23 diciembre 2005

Me quedé sin voz

Mucho he sufrido por culpa de mi fanatismo futbolístico. Si fuese del Colo habría celebrado varios campeonatos y una Copa Libertadores. Si fuese de la U las alegrías habrían llegado el año 94 después de no sé cuánto tiempo sin salir campeones e incluso bajando a Segunda División ("como te va chuncho, cómo te va... desde Primera los saluda sus papás", les cantaba en el estadio). O de Cobreloa que también ha tenido varios logros en estos últimos años... pero no... Soy un hincha de la UC, de la Católica, de los cruzados.

Y vaya que se sufre. Todos nos dicen "segundones" y "llorones". Y nos han robado campeonatos de las manos, como el del 94 con la U, cuando cobraron un penal inexistente para que los azules pudieran salir campeones. Pero antes, tuve que sufrir la desgracia de ver a Colo-Colo campeón de la Libertadores. Los indios celebraron ser el primer (y único) equipo chileno en alcanzar ese trofeo y nosotros... nada. Dos años después estuvimos a punto, pero caímos en la final y quedamos... segundos.

Pero hoy me tocó sonreír. Hoy la Cato salió campeón y más encima ganándole a los chunchos. Ya no tengo voz de tanto gritar. Todas las frustraciones de ver a otros equipos alzando la copa del campeón ahora desaparecieron. Grande Católica, dejamos de ser los "segundones", pudimos sobreponernos a los robos referiles y ganamos con justicia y buen fútbol.

CEATOLEÍ... CA... CA-TO-LI-CA, Universidad Católica... Y dale y dale y dale, Cato, DALE!!!!

16 diciembre 2005

¿Sabían que soy un hombre casado?

Debo confesar que hace varios años atrás me casé con una linda niña. Si voy al Registro Civil figuro como "soltero", pero en mi infantil corazón está marcado esa soleada tarde de febrero en acepté como esposa a la Caco y nos dimos el primer beso de nuestras vidas. ¿Cómo se gestó esto?

Entre los 9 y los 12 años mis veranos eran muy impredecibles. Iba donde me invitaban. A veces con la tía de Pedro a Punitaqui. A veces con la nana de mi hermana a Curicó. Pero casi siempre me quedaba en Santiago y me iba a casa de mi sobrina (Claudia, hija de mi hermana, pero que es mayor que yo por dos años) que vivía en una pasaje de la calle Exequiel Fernández, en... ¿Ñuñoa o Macul? No importa.

Allá me hice amigo de sus amigos. De Javier y Gerardo, pero por sobre todo de sus amigas, todas lindas, como Jeanette, Andrea, Eli, la "otra" Claudia y Mónica. Pero lejos la más linda era la Caco, la hermana menor de Mónica. Mientras todos jugaban en grupo, con Carolina (su verdadero nombre) andábamos el día entero en bicicleta. Yo en la de ella y ella en la de su hermana.

Hasta que un buen día le dije que me gustaba y que le quería dar un beso en la boca. Ella me miró asustada y se fue. Más tarde llegó su hermana y me preguntó si era verdad que quería darle un beso a la Caco y se lo confirmé. Entonces me dijo que fuera a la plaza del pasaje en una hora más y que ahí tendría ese beso que tanto anhelaba.

Cuando llegué a la plaza estaban todos, incluso algunos papás de varios de mis amigos. Pensé que había pasado algo malo, que estaba la tele o qué se yo. Pero nada. Toda esa gente estaba ahí porque iban a celebrar un matrimonio. MI MATRIMONIO. A los diez minutos de estar ahí recibiendo consejos para besar, llegó ella, con su vestido blanco con flores y una improvisada corona hecha de ramas y hojas verdes.

Nos tomamos las manos y de la nada apareció Gerardo con una biblia en mano. Era el cura de la ceremonia. Las mujeres a un lado y los hombres al otro. Atrás de la Caco su hermana. Tras mis espaldas la Claudia, mi sobrina. Las manos me transpiraban cuando alguien me pasó dos anillos de plástico. Mientras Gerardo decía nuestros nombres, le puse el anillo más pequeño a la Caco y ella puso con bastante esfuerzo el otro en mi dedo anular izquierdo.

Mientras alguien decidió que había que leer una lectura bíblica, me puse a pensar en la que sería mi esposa. La Caco era dos años menor que yo. Tenía los labios más carnosos de todo el pasaje. El pelo y los ojos azabache. Siempre andaba con olor a chicle de fruta y le gustaba contarme secretos aunque no hubiese nadie cerca. Por las noches dormía pensando en ella.

Algunas palabras más, una bendición y la frase de Gerardo: "los declaro marido y mujer, el novio puede besar a la novia". Nervioso acerqué mi cara a la de Caco y le di un tímido beso con los labios cerrados. "Con lengua, con lengua", gritaban todos. Entonces me acerqué y la tomé por la espalda. Y la besé con lengua. Y ella me besó con lengua.

Los adultos se reían y hasta sacaron algunas fotos que nunca vi. Mis amigos se tiraban al suelo de la risa y las amigas de ella la alentaban a que cerrara los ojos. Todos estaban pendientes, tanto, que nos pidieron que amos sacaramos las lenguas y las unieramos para que pudiesen ver mejor el beso. Y lo hicimos. Una, dos y quizá diez veces, hasta que se acabó el interés.

Minutos después el sacerdote jugaba con Javier a la la pelota y las madrinas conversaban con sus amigas para decidir qué ropa usarían por la noche. Y nosotros con Caco nos quedamos solos con las bicicletas en la plaza besándonos hasta que llegó la noche. La fui a dejar a la casa y le dije que la quería.

-- Yo también
-- ¿Qué hago con este anillo?
-- Es mío. Te lo regalo. Para que te acuerdes de mí...


Hay un cajón con llave en mi pieza. Dentro, una sucia hoja de cuaderno que guarda un corazón con mi nombre y el de Caco. Y también envuelve ese anillo de plástico azul que me recuerda el día de mi matrimonio. El día que di mi primer beso. Y con lengua.

12 diciembre 2005

Nublado parcial variando a despejado


No todos los días son buenos, y cuando tengo algunos malos me acuerdo de las boberías que cuando niño me sacaban tantas sonrisas.

Y esta es clásica...

¿Risas?

02 diciembre 2005

Un Lobo de Mar en la Alameda

El jueves me desperté muy, pero muy tarde, considerando que iba a ser un día lleno de compromisos de trabajo. Ni les explico el tremendo cargo de conciencia que tenía por haberme quedado dormido. Me duché rapidito y salté a la selva de cemento a tratar de recuperar las horas perdidas y a buscar consuelo por el error cometido.

Ya iba llegando a la oficina, cuando en la mitad de Alameda me encuentro de frente con un personaje que marcó mi vida profesional y, en un grado no menor, mi vida personal. Hablo de Jorge Sasmay, un "ene ene" para casi todos ustedes, pero bastante reconocido en el ámbito periodístico radial de la vieja guardia.

-- Don Jorge...
-- ¡Leonardo! Tanto tiempo hombre, gusto saludarlo.
-- El gusto es mío. No sabe la alegría que me da verlo después de tantos años...


Han pasado seis para ser exactos. A don Jorge lo conocí en 1996 gracias a una ex polola que resultó ser su nieta. En esos tiempos yo era estudiante de periodismo y él se transformó rápidamente en un referente de lo que quería ser en el ejercicio de mi profesión.

Durante los dos años que duró mi relación con su nieta, el "Tata" (como le decían cariñosamente en su hogar) me regaló largas y amenas conversaciones sobre la vida, la familia, la amistad y todo lo que puedan imaginar. Me relató cómo se desarrollaban las largas horas de reporteo en Santiago, los secretos de ministros, presidentes y personajes públicos, y me entregó herramientas profesionales que hasta hoy ocupo.

Tras el quiebre del pololeo, yo intenté mantener un vínculo secreto con él, motivado principalmente por el deseo de seguir aprendiendo de un hombre con sus características y por un cariño personal que se había generado con los años compartidos. Con sus palabras había recorrido la mitad de la historia de Chile y, por sobre todo, conocí el valor de mantener el amor, el humor y la amistad como prioridades en mi ámbito social.

Fue gracias a ese interés en mantener mi relación con este "viejo lobo de mar" como supe de la triste muerte de "la Yaya", su esposa, y de una de sus hijas, aquejada por varios años de un cáncer que terminó con su vida. Con esos antecedentes pensé que el Tata no duraría mucho más cargando estas penas en vida, pero tras seis años y frente a La Moneda me volvió a dar un ejemplo de fuerza y valor.

-- ¿Y qué me cuenta, don Jorge?
-- Acá pues... ¿Supo que gané un premio con un cuento?
-- No, me alegro y mucho. Veo que usted sigue siendo el mismo Jorge Sasmay de siempre.
-- ¡Y mejor! A ver si nos juntamos a jugar cacho y tomar un borgoñita uno de estos días, mi amigo...


Tras un apretón de manos que aún me acompaña, don Jorge se alejó con rumbo desconocido por la Alameda. Se me hace la idea que pudo ser la última vez que lo vea, pero lejos de entristecerme, este hecho refuerza mi convicción en que no existe edad límite para ser persona, para compartir, para regalarle una sonrisa diaria a la vida a pesar de todos los problemas que ésta nos reserve.

Vayan estas palabras a todos quienes tienen una "voz de la experiencia" cerca y con vida, para que les regalen más minutos, compartan con ellos y refuercen ese vínculo indescriptible que por siglos ha iluminado con sabiduría el camino de los jóvenes deseosos de descubrir los secretos de la humanidad.