23 febrero 2010

Tiempo para lo importante (lo aprendido en estas vacaciones)

Cada vez hay menos tiempo para escribir. Tengo 10 minutos, a lo más quince. Es que con tanta pega, un hijo de meses, una esposa con la que deseo compartir más tiempo de calidad y el centenar de cosas pendientes, estos minutos se tornan escasos y, por ende, valiosos.

De vez en cuando repaso todo lo escrito en este viejo y querido Blog, tan lejano a Facebook, tan distante de Twitter, tan obsoleto para muchos que migraron hacia nuevas tecnologías web 2.0 dejando abandonada su bitácora de vida. Y en ese repaso me pregunto "¿Cuántos minutos hay invertidos acá?". Tantas historias, tanta memoria depositada en algún lugar de la blogósfera para que tanto amigos, conocidos como extraños, puedan toparse con pensamientos transformados en letras, puntos y una que otra imagen.

Ayer actuó el Coco Legrand en Viña y me acordé en una conversación que tuve con él por mi rabajo, a principios del 2009, que me dijo algo que repitió sobre el escenario: "Nunca tenemos tiempo para nada. Vivimos tan ocupados. No nos alcanza el tiempo". Me dolió haberlo escuchado hace un año atrás y recién ahora quedarme pensando en ello.

Quizá por eso me "hice" de estos 15 minutos. Y no sólo eso. Contacté a viejos amigos y el universo quizo que todos estuviesen de acuerdo en juntarnos una vez por semana a pichanguear. Ya armé el equipo. Ahora me falta lograr un estado físico menos deplorable.

Como aún no tengo la vida resuelta (hay quienes piensan que tengo más dinero del que realmente tengo y la verdad es que están muy equivocados. Tengo muy poco. Como no lo persigo, hago muchas cosas que me dejan otras cosas que si persigo... pero no viene al caso hablar de eso ahora) entonces no puedo dedicarme por completo únicamente a las cosas que realmente importan, pero un par de horas a la semana si puedo y quiero hacerlo.

Quizá este año tuve las vacaciones más extrañas de mi vida: no salí de Santiago, vi las temporadas 1 y 2 de Lost, discutí y me reconcilié tres veces con mi esposa, admiré tanto a mi hijo que podría describirlo en detalle y sin errores, casi no compartí con mi venerada madre (en la playa ella, feliz), con pocas lucas disponibles para hacer locuras, un poco melancólico y otros días somnoliento, y com visitas periódicas al dentista (¡por fin tengo mi plano de relajación!).

Casi tres semanas extrañas, ya que a pesar del pobre panorama, de algún modo me liberé y me reconcilié con ciertas cosas que creí perdidas. Como este encantamiento por escribir en mi blog. Como el querer planificar la estrategia del equipo antes de cada pichanga.

No sé si sea el inicio de una nueva etapa. Más bien es el reencuentro con una que me trae recuerdos placenteros que quiero volver a repetir, sin culpa. Volver a tener tiempo para hacer las cosas que a uno le importan y que muchas veces no tienen sentido para el resto.

Ahora apagar el Netbook y sentarse en la terraza a leer el diario de hoy junto a una Coca Cola con harto hielo. Son las siete de la tarde. A las nueve las noticias, los goles y a las diez el festival. Si está fome dormir temprano para despertarse un rato de madrugada. Quizá leer algo. Quizá mirar a Pamela dormir. O quizá esperar el amanecer.