13 noviembre 2007

Aquí y ahora

Hoy decidí caminar tranquilamente hasta mi nuevo lugar de trabajo, desde mi nuevo departamento y por una nueva ruta. Si, todo nuevo. O casi todo...

Inmerso en la tranquilidad de un séptimo piso de un hermoso edificio de Providencia, con dos ancianas vecinas y una pareja cuarentona sin hijos en frente, disfruto de la belleza de la cordillera cada mañana al despertar. Si a eso le sumamos el segundo piso de una casa que hoy es la oficina de mis dos empresas, a 15 minutos de donde vivo, pueso asegurar que el Transantiago, los estacionamientos y el bochinche dejaron de ser la orquesta de mi actual vida.

Como comentaba, decidí recorrer las pocas cuadras que me separan del lugar de trabajo con toda tranquilidad, respirando profundo y pensando en la felicidad que tengo en la palma de mi mano.

Me puse a pensar que Chile es un fragmento minúsculo del mundo (que a su vez es un grano en el universo). Luego, Santiago es apenas el 4% de territorio nacional y, mi Comuna es a su vez un fragmento ínfimo de la capital. Es decir, que las 15 calles que recorrí son la nada misma.

A pesar de esta acotada realidad, me di cuenta que en el trayecto vi de todo... bicicletas nuevas y antiguas, con ciclistas jóvenes y ancianos, más algunas abandonadas... parques y plazas que jamás había observado, con columpios, regaderas y niños... luz y sombra... calles atestadas de autos y otras clandestinas por las que pululan sólo gatos y perros callejeros... todo un mundo en este ínfimo territorio.

¿Por qué tanta gente piensa que las bellezas del planeta están lejos? Adoro viajar, y uno de mis viajes más recurrentes es a la vereda del frente. Al igual que "Angel", estoy seguro que la flor de siete colores está en mi patio y no el los confines del mundo. La felicidad está ahí, a la vuelta de la esquina, pero nunca se nos ocurre ir allá.

Los humanos somos tan incompletos, tan inconformes con todo, tan ofuscados por nada, tan acelerados, tan necesitados de creer en mitos y leyendas para justificar lo que tenemos frente a los ojos. Nos pasamos la vida completa intentando develar misterios, cuando me parece que sería más provechoso aprender las razones que forjaron el mundo que vivimos.

En lo simple está lo complejo. En el detalle está la magnificencia. Hablar poco es decir mucho. Parece frases armadas, pero la verdad es que estos pensamientos son casi mi religión.

Ya llegué a mi lugar de trabajo y, en vez de estar enviando los mails que debo enviar, me atrapé en estas palabras para compartirlas con ustedes, el que sea que lee. Les dejo la tarea de mirar cerca de su ínfimo espacio de acción, entre ese grupo pequeño de personas con el que interactúan día a día, en el puñado da calles que recorren cada 24 horas... ¿Han aprovechado todo eso?

Al menos en mi caso, sólo después de sentir que lo hice, enfilaré por nuevos rumbos. Y como esto aún no es así, pienso que tengo suficiente motivación para seguir haciendo lo que hago, feliz con lo que tengo y comprometido con las personas que acompañan mi ruta de vida.

Lo que aún no conozco tendrá que seguir esperando, pues no son parte de mi actual felicidad ni dependo de ellas para seguir estándolo.