05 julio 2007

Chascón de la pera


Seguramente habrán escuchado alguna historia que incluye la participación espontánea de tres hombres en una despedida de soltera, que inicialmente iban a un cumpleaños... o la historia de dos tipos que van a la inauguración de una nueva discotheque y terminan con tres botellas de whisky en el cuerpo y carreteando con el Negro Piñera... o la cómica situación de pasar por fuera de una multitienda que se está incendiando y preguntarle al bombero "¿tiene fuego?" con un cigarro en la mano... o la historia de un equipo mentalizado que enfrenta la final de un campeonato de baby fútbol que premiaba a los campeones con una semana todo pagado a Brasil, con un arquero que se le ocurrió carretear el día anterior.

Todas las situaciones quizá son comparables a sus historias, pero DUDO que en todas ellas hubiesen los mismos dos personajes. En este caso, me tocó vivir cada uno de los cómicos pasajes con Gálvez, un amigo de mil batallas (literal).

A este especímen de la bohemia lo conocí con el pelo hasta los hombros y llegando tarde a las clases de Métodos Gráficos del curso U21, en el que ambos formábamos parte el año 1992 cuando entramos a estudiar Ingeniería a la Usach. En ese tiempo aparecieron miles de y sobrenombres, como el que titula estos párrafos. Fue un año y eso bastó para tener las primeras cien historias, tras lo cual mi amigote se fue a estudiar Sicología a Valparaíso y yo me cambié dentro de la Usach de Ing. Civil a Ejecución en Minas.

Afortunadamente Gálvez agarró de polola a una de mis mejores amigas, por lo que cada fin de semana nos mirábamos las caras carreteando. Fue precisamente en uno de esos carretes en que su novia de entonces lo había llevado, que me hizo el llamado millonario y me invitó. Así parte una de las tantas historias que, en este blog, relataré para que pueda perpetuarse en el tiempo.

Llegué al lugar con Aliaga y la fiesta no era tal... era una reunión familiar más fome que tomar piscola. Así que salimos al balcón a conversar y de pronto cachamos ruido en un dpto vecino. Se veían hartas minas y buena música, así que con Aliaga nos comenzamos a despedir... pero Gálvez dice "llévenme"... inventamos que íbamos a comprar copete y nos fuimos a la fiestuza...

Tocamos la puerta y nos abre una morenaza de dos metros con una zanahoria y dos papas que le colgaban de la cintura.
-- ¡LLEGARON LOS VEDETTOS!!!!!
-- Waaaaaa!!!!

Eran quince hembras celebrando la despedida de soltera de una amiga, solas y sin plata para contratar un vedetto, pero con el arsenal más grande de copete que he visto en mi vida. Ahorraré detalles para no aburrir... a los diez minutos bailábamos sólo con una toalla puesta, a los 20 Aliaga desapareció entre las sombras, a la media hora estábamos todos rasguñados a y los 40 minutos prendimos la luz y nos pusimos a conversar como viejos amigos...
-- ¿Y Ustedes qué hacen?

-- Cadete de la Fuerza Aérea... yo estudio ingeniería.
-- Se pasaron chiquillos, se la jugaron y son super simpáticos.
-- Oye ¿y el otro chico?

Gálvez estaba en un sillón, con 7 mil grados de alcohol en su cabeza que le impedían terminar de bajar sus pantalones, los que quedaron entre la rodilla y el muslo. Se reía solo. Balbuceaba "¿Quién quiere bailar?" y volvía a intentar el desnudo audaz al ritmo de una música inexistente.
De pronto, ocurre lo peor. Suena el timbre...


-- Gálvez, tu polola anda preguntando por tí hace media hora, weón, váyanse altiro pal dpto.
Agarramos entre todos a mi ebrio amigo, no sin antes cerrar una jornada memorable...

-- ¿Leo te llamai?
-- Acidez
-- ¿Querí ir conmigo al matrimonio? No tengo pareja y ma caiste super bien.
La respuesta y lo que pasó, lo dejo para otro blogueo. Por ahora, les relato que Gálvez le juró a su novia que había ido a comprar copete y que habíamos pinchado un neumático... lamentablemente el auto nunca se movió. La polola (a esas alturas ex amiga) no entendía nada, su pololo se había ido caminando y había vuelto arrastrándose, pasado a perfume barato.


Si a esas alturas la cosa se veía negra, lo peor estaba por ocurrir...
-- (desde un balcón lejano)
¡Chiquillos! ¡La pasamos super bien! ¡Llévense a ese curadito calentón de la camisa roja derechito para la casa!

Todos miramos a Gálvez, que tenía una cara más roja que su camisa. Pero con su desfachatez que lo hace grande entre los grandes, dijo:

-- ¡Chucha! ¡Hay otro por ahí vestido igual que yo!

Gálvez, amigo del alma, no cambies jamás tu chispa. La alegría siempre trae cosas buenas en la vida de los que saben disfrutarla. GRANDE SAPO!!!!! NO HAY DOLOOOOOOOR!!!!