25 enero 2008

Ella y mi yo interno

En la vida de un hombre capaz de amar, siempre la mujer a la que ama ejercerá una gran influencia en su forma de ver la vida. Esta influencia funciona más en el ámbito espiritual que en el material, pues en esa última área el hombre ya tiene una experiencia de siglos.

Es como si la coraza del hombre tuviese una pequeña entrada directa al corazón, que solo conoce la mujer amada y, a través de esa entrada, la óptica inmaterial de ella ejerce su efecto sobre la coraza de el. No la deteriora ni la potencia, simplemente la complementa... y el complemento es la base del amor.

Si bien el hombre trae una visión espiritual inculcada por su madre y por su entorno, el desarrollo futuro de ésta estará ligado a la mujer que tenga acceso a su corazón. Esto, me lleva a pensar que mi mundo espiritual es en gran medida el reflejo de los valores que tiene mi pareja.

De aquí para adelante podemos toparnos con preguntas como ¿Qué es ser espiritual? Lo importante es que el entendimiento personal que cada hombre tenga de todo aquello que no forma parte del mundo material, se ha visto influido durante el paso del tiempo, por las mujeres que han podido acceder a su corazón.

Si estoy tranquilo, si puedo desarrollar mis inquietudes intelectuales, si tengo espacio para alimentar mi yo interno, si los miedos siempre terminan en certezas, si algunos sueños no buscan la materialización como razón para existir, si tengo paz interior y si siento que mi alma conversa con mi mente, es que esa mujer ejerce una influencia positiva en mi.

Por el contrario, si mi mundo parte de lo material hacia lo inmaterial, si primero pienso en tener y luego en hacer, si cada acto necesita de una motivación previa, si no hay paz interior, si a veces me desconozco, si mi mente lo es todo, si perdí al niño interno, encuentro tres razones para entender todo eso:
1) O no he dejado a esa mujer entrar a mi corazón,
2) O ella no es la mujer que influye positivamente mi mundo interior,
3) O sencillamente ella no tiene desarrollado ese mundo espiritual en si misma, lo que hace sentir al hombre como si estuviese solo en ese aspecto, sin pareja.

He llegado al convencimiento que todo el mundo externo puede cambiar de un segundo a otro, pero el mundo espiritual (moral, valores, principios y dignidad) siempre será un proceso en constante cambio, influenciado, principalmente, por la mujer que tengo a mi lado.

23 enero 2008

Una joya de libro

Los libros, el acto de leer, es una pasión incontrolable a estas alturas de mi vida. Si pudiera controlar mis espacios de lectura quizá leería más, sería más ordenado y tendría tiempos predestinados para ello. Pero la pasión me hace perder la cordura y empiezo un libro, otro, dejo el primero, retomo uno que dejé hace meses a la mitad, me enamoro de uno nuevo en la librería, encuentro otro perdido y hojeo el que me devuelven...

Trato de ordenar mi lectura y es imposible. En una semana puedo haber empezado la lectura de un libro y haber terminado la de otros diez, o viceversa. Algunos son de ficción, muchos biográficos y los menos son los infaltables libros de gestión que ayudan a saber más acerca de lo que uno hace. Como sea, cada uno es un tesoro en particular y, la suma de ellos, hacen de la lectura una pasión, repito, incontrolable.

Uno de los últimos hallazgos el año 2005 y que sólo hace tres meses comencé a leer, se llama Áristos (palabra griega que podría explicarse como "lo mejor que se puede hacer en una situación determinada), de John Fowles (ver biografía en inglés).

Este señor, británico, tiene la gran gracia de escribir este libro durante la década de los sesenta, pero sólo decidió publicarlo a fines de los ochenta. ¿Por qué? La respuesta es elocuente y la entrega el propio autor en su Prefacio: "Casi todas las personas que leyeron el manuscrito me dijeron que no sería positivo para mi imagen publicarlo, pues ya arrastraba dos novelas que se habías vendido muy bien (El Amante del teniente Francés y El Coleccionista, ambas llevadas al cine con éxito). Pues bien, me aproveché de ese éxito para lanzar este fracaso, actuando en conformidad a lo que en verdad soy".

Es decir, el señor Fowles fue muy inteligente. Si Áristos salía a la luz pública antes de que éste fuese conocido, quizá jamás hubiese llegado a ser editado y publicado. Lo que hizo fue aprovechar el contrato con su editorial y el reconocimiento adquirido, para publicar su verdadero libro, su verdadero mensaje, aún cuando esto significara el reproche de la crítica y la desilusión de sus lectores.

Gran ejemplo y gran estrategia la de este novelista, que transó un tiempo con los best sellers y, una vez posicionado, dijo lo que realmente quería decir.

Me parece que somos muy pocos los que esperamos el momento adecuado para enviar nuestro mensaje. Tal como los científicos y matemáticos, muchas veces comunicamos nuestro pensamiento sin importarnos que éste llegue a la gente y que nos pueda reconocer por aquello que pensamos, pregonamos y sabemos. Solo nos preocupamos de decirlo y ya... "el que quiera que lo entienda"... no nos preocupamos de conocer al interlocutor y hablarle en su idioma primero para que luego pueda entender el nuestro.

En otro posteo prometo ahondar en el maravilloso mundo planteado por Fowles en Áristos y también prometo, con la mayor humildad, proponer mi punto de vista respecto de temas abarcados en el libro, como la muerte, la felicidad, la política y mucho más. Al menos del amor ya hablé.

Pero, tal como hace Fowles, un blog lleno de pensamientos profundos no resulta interesante para mis lectores sin relatos imbéciles acerca de la vida rutinaria y es por eso que siempre verán los matices propios de una personalidad tan light como la de cualquiera.

Un fuerte abrazo y gracias por seguir, ya desde hace dos años, a este Ciudadano llamado Leo Meyer.