30 abril 2007

El amor y la felicidad


Cual caminante, en los senderos de mi vida he recogido MIS verdadades "apodípticas", como suele llamar un amigo a las verdades indiscutibles: Uno no nace sino que se hace, no puedo enjuiciar a mis padres si antes no soy hijo ni entenderlos hasta que sea padre, el dinero de por sí no es bueno ni malo sino que es el uso de éste lo que otorga el calificativo, la luna es más hermosa que el sol pues puedo mirarla, el "mañana" y el "presente" serán alguna vez "ayer", pero el ayer siempre quedará igual. Y por último (descubrimiento reciente que motiva estas letras y justifican un gozo en el alma) es que el amor de pareja consiste, esencialmente, en dar, pero también en aceptar que para seguir amando a ESA PERSONA debo recibir de ESA PERSONA.

Amor, del griego "a-mor", es decir sin muerte, es una acción constante que le es intrínsica a todo ser humano (aunque las vicisitudes de la vida puede en muchas ocasiones abortar este sentimiento para siempre). Con el avance de la humanidad, alguien por ahí dijo "hay que amar sin esperar nada a cambio", afirmación que comparto plenamente pero que encuentro insuficiente. Me parece más exacto afirmar que "hay que comenzar a amar sin esperar nada a cambio hasta que, de manera natural, sienta que ese amor es correspondido".

Si todos amáramos sin esperar JAMÁS nada a cambio... ¿Quién tendría la dicha de sentirse amado gratuitamente? Sería un premio injusto que aquellos que no saben, no aprenden (dicho sea de paso, el arte de amar es un aprendizaje) o perdieron esa capacidad, sean amados sin amar. Por un tiempo si, pero para siempre es imposible, pues perder ese amor que se le entrega, hace al desgraciado que siempre recibe aprender a valorar el amor. Y el paso siguiente es que descubre lo hermoso de dar, es decir, de amar. Hay desgraciados que evitan aprender y para ello buscan distintas cosas que puedan suplir la entrega que ellos necesitan pero que no están dispuestos a dar, como pololas nuevas, drogas, alcohol, dioses, ídolos y todo lo que ayude a evadir la realidad. Si jamás esperásemos nada a cambio por nuestro amor, estaríamos fabricando desgraciados por montones.

Pero como la sabiduría no está en un único lugar sino distribuida en cada ser humano, esto último jamás ocurrirá. Cuando uno descubre que ese amor inicialmente incondicional empieza a requerir lo mismo de vuelta (como la planta necesita el agua, como las preguntas requieren su respuesta y como el destino se alimenta de nuestras acciones), hay dos caminos posibles: O cuantifico mi capacidad de espera para seguir amando sin esperar nada a cambio, o acepto que esa entrega se agotó y necesita recibir para seguir existiendo.

En todo tipo de relaciones que se dan durante la existencia, generalmente esta disyuntiva se soluciona de forma natural con la primera opción. Aceptamos a nuestra familia pues en algún momento de infancia nos entregaron sin esperar nada a cambio (excepto esas risas o pucheros desde la cuna) o bien, cuando seamos viejos nos entregarán (lo que demuestra la constante rotación y traslación de la vida en torno al amor). Y podemos morir entregando sin recibir.
Similar con los amigos, con la diferencia de que éstos son absolutamente descartables y es parte de la relación el esperar algo a cambio de dar una cosa: la amistad (entendida como el pacto sin palabras de apoyo y verdad).

Pero en los temas de pareja, la cosa es diametralmente opuesta. Estar con alguien es una decisión ABSOLUTAMENTE propia. La familia no se elige, los amigos pueden estar ahí siempre aún cuando uno no los considere como tales. Pero la pareja requiere tarde o temprano, que se le valide como tal. No espera recibir para dar, pero como el amor no es de por sí autosuficiente, en algún momento debe alimentarse de la entrega del otro. Una, dos, diez y cien veces puedo escoger por dar sin esperar nada a cambio, aplazando ese deso carnal, sentimental y/o traptactical (palabra inventada por mí para usar como comodín ante lo inexplicable). Pero en algún momento DEBO optar por lo segundo, por aceptar que NECESITO el amor del otro, la entrega del otro. Y no para validar mi amor, sino simplemente para seguir amando.

Si mi amor sincero (ya está dicho, el que no espera inicialmente nada a cambio) no encuentra un símil que reaccione ante esa entrega, se encuentra ante un alma gemela. Y esas almas pueden iniciar una relación, ya que lo más normal es que si todos estamos amando sin esperar inicialmente una reciprocidad, el mundo entero viviría en una paz basada en el "a-mor" de los griegos. Esta es mi explicación para comprender el concepto de vida eterna.

Pero sabemos que el mundo, conformado por las personas que lo habitan, no es así. Que el tradicional ejemplo de la chica que se enamora del desgraciado que no sabe amar es, en esta reflexión, el que un alma que da sin esperar nada a cambio a otro que sólo sabe recibir... y esa chica deberá decidir si dejará de amar cuando naturalmente necesite recibir o si lo hará cuando esa entrega (o su paciencia) se agote. Y por el lado del desgraciado, éste deberá decidir si aprende a dar (es decir a amar) antes de que esa chica deje de hacerlo o si aprenderá cuando ya no esté (enámorandese posteriormente del recuerdo, idealizándola).

Y para cuando la chica ya no esté, ese hombre que para todos menos para el mismo era un desgraciado, se sentirá finalmente desgraciado. Y pululará por la vida buscando a quien amar, a quien entregar lo que nunca entregó. En tanto esa chica que amó justificará el hecho que ahora quiere ser "amada", es decir, quiere sólo recibir pues ya alguna vez entregó de manera incondicional y sólo obtuvo lágrimas (a menos que su chico hubiese aprendido a amar antes de que ella agotara su paciencia). Es decir, ahora tenemos al ex desgraciado convertido en un ser dispuesto a amar y a la chica que estuvo enamorada convertida en una desgraciada.
Esto último me lleva a una segunda verdad: Es necesario ser, al menos una vez en la vida, un desgraciado. Sin golpes, el aprendizaje no existe y sólo es teoría que alimenta las bibliotecas y los veladores de aquellos cobardes que no soportan la idea de que puedan llegar a ser (o ya son) unos desgraciados.

¿Es así la dinámica eterna de la vida? Si baso la felicidad en terminar con la dinámica que explica mi concepto de amor, probablemente caiga en este ir y venir de las almas que buscan amor y no lo encuentran, llegando a mi lecho de muerte convertido en un infeliz (¡Y vaya cuántos infelices mueren rodeados de hijos, amigos...!!!). Pero si baso mi felicidad en ENTENDER que esta dinámica es así desde mucho antes de mis tatarabuelos y seguirá existiendo más allá de mis bisnietos, es muy probable que sea feliz. Y quién sabe, como el desauciado que ya sin fuerzas caminaba bajo el sol del desierto esforzándose por silbar animoso hasta que un día encontró el oasis, quizá yo, un desgradiado redimido, también encuentre mi pareja.

13 abril 2007

Un descubrimiento

Cada día es una nueva vida y cada vida es un grano de arena que de manera aislada generalmente son insignificantes, por mucho que algunos de ellos brillen, pero que en su conjunto contienen el calor, el agua, el aire y la tierra.

Soy parte de un todo.

09 abril 2007

Son las siete

Hay un cuento por ahí que habla de un reloj innerte que dejó de funcionar un día dejando para siempre sus manecillas marcando las siete en punto. Y mientras todos los relojes avanzan segundo a segundo, éste permanece igual y sólo parece cobrar vida dos veces al día: A las siete de la mañana y a las siete de la tarde. En esos momentos el reloj tiene un segundo de vida, es un fugaz instante en que pareciera estar tan vivo como los demás... pero al segundo siguiente vuelve a dormir...

Pienso que la vida es igual, que hay veces en las que uno está en armonía perfecta con su entorno, pero un momento después esto se desarma y el caos se apodera de todo. Ves como unos avanzan y te dejan atrás, del mismo modo como tu te alejas y dejaste a los que estaban a tu lado tras de tí.

Desde hace un tiempo a esta parte me siento vivo, marco las siete en punto y existe una paz tanto interior como exterior. Me choca la frialdad de muchos y me descoloca el calor de otros, pero en general hay una tibieza en el aire que hace fácil la respiración.