07 mayo 2022

El día que pasamos a la final

(*) Autor: Leo Meyer

Nada me resulta mas alegre que compartir abrazos con mis amigos, esos mismos que veo a diario y que en momentos como hoy me dan la impresión de no haberlos visto en un buen tiempo. Y algo de eso ocurre. La pasión que pusieron en la cancha, de visita, sin el Cato en cancha y con la obligación de ganar, no la había visto nunca.

Siento que los admiro. Que son mejores de lo que imaginé y no ahora porque que triunfaron sino cómo lo hicieron. Desde la galería parece que uno no logra conectar y claro que si, no me gusta el fútbol pero hoy podría haber entrado a la cancha si era necesario, así de comprometido estuve los 70 minutos que duró la épica.

-- ¡Épico!

Eso fue lo primero que atiné a gritarle al Polo en la oreja cuando sonó el pitazo que nos puso en la final de la próxima semana. Lo abracé a él, al Canti, al Topo, al del B que no conozco bien, a todos y varias veces.

-- Wena Totín -- así me gritaron casi todos. Saben que soy el incondicional que los veo en los recreos, los entrenamientos y en estos pocos partidos en los que juegan antes de quedar eliminados. Pero este año fue distinto y sin proponerlo. Igual lo intuí. Llegaron todos mas altos del verano y por alguna razón la alegría de tantos años compartiendo a diario se trasladó a la cancha. Y conmigo y algunos papás, a la galería. Claro, y las chicas también, pero ellas lo viven distinto, tienen sus propios intereses en el que les gusta o en el hermano del que les gusta entonces le hacen barra a ese. Pero da igual. Son parte del grupo, de este extraordinario equipo de casi 30 que hoy celebra por ganar una pichanga.

Y nunca nos falta una razón para pasarlo bien.

Mi primo está en otro colegio y me cuenta que no le pasa lo mismo. Tiene 2 amigos y hace poco se peleó con su primera polola, pero todo el resto como que le da lo mismo. Incluso dice que odia a algunos compañeros por razones que ni me acuerdo. En cambio yo a mis compañeros los quiero. Los re-quiero en verdad. No sé desde cuándo ni porqué pero lo bueno es que estoy seguro que ellos también me quieren a mí. Hasta en las peleas los quiero, o cuando no me invitan a uno de sus cumpleaños. Nos podemos enojar, burlar, pero al final nos encanta estar juntos.

-Es algo maravilloso que deben cuidar-, me dice mi papá cada vez que le cuento esto que me pasa con ellos. Si a mí me parece fantástico a él le vuela la cabeza. Y a mi mamá también. Los dos dicen que no vivieron algo ni siquiera similar. Al revés, cada uno apenas tiene un puñado de amigos en Facebook (¡Quién usa Facebook!) y sería todo.

- ¡Medio golazo Patolín!
- Weeeena Patomaster!
- ¡Patogol!
- Astudillo presidente!!!

El Pato Astudillo no había jugado ningún partido. Era el clásico malo para la pelota pero que no falta a ningún entrenamiento. Bueno para las matemáticas y malo para todo lo demás. Se salvó de no repetir en 5to y ahora anda asustado con Historia y Física. Pero cuando se trata de jugar fútbol ahí está. Siempre listo. Atento. Como hoy en la última jugada cuando le llegó el rebote y la clavó en el ángulo.

- Cuenta la firme Astudillo: cerraste los ojos y le pegaste.
- ¿O no?
- Yo pensé que se iba fuera
- Estaba seguro que le habíai pegado tu el bombazo, Canti.
- ¡Me la quitó el Pato! Maldito cabrón

Nos tiramos todos arriba del Patolin que todavía no dice ninguna palabra. Es callado pero ahora más. Como que aún no puede creer lo que pasó. Estoy seguro que está pensando en su papá que lo critica por pasar pensando en fútbol. "Juega una que otra pichanga pero olvídate de ser futbolista. Hay que ser bueno para eso y a tí ni te consideran en el equipo. Mejor estudia". Eso me contó el Astu que le dijo el papá el otro día. Pero da igual. Su papá me cae bien pero maneja pésimo.

Todos los papás son choros acá en el curso. Y las mamás. A veces pienso que es mentira pero es verdad. Conozco la casa de casi todos y siempre la paso bien. A veces mi papá se pone a pelar cuando nos vamos de un asado y yo lo escucho no más, pero son tonteras. Que la casa, el auto nuevo, el viaje. Así deben pelarlo a él también. Pero lo importante es que se ríen con cerveza en mano y buena música.

Eso. La música. Si hay algo que me conecta con mis amigos es la música. Pocos guitarrean pero nos gusta escuchar música cuando estamos todos juntos. Las primeras fiestas han sido extrañas pero me encantan. Me encanta la Trini. Todavía no la saco a bailar pero ya estoy ensayando en el espejo.

Los papás del Troncoso nos compraron bebidas para todos y acá estamos en una plaza desparramados por el pasto festejando el paso a la final. 

Y los miro. Y los quiero. Son mis amigos. Yo gano aunque no juegue con ellos y ellos saben que yo estoy alentándolos con el bombo cada vez que juegan.

Esta es una imagen mental que nunca voy a borrar. Otro gran recuerdo de este 7mo A del colegio del que jamás me quiero ir, no por las clases que siempre son fomes no por el espacio físico que necesita harto arreglo. Sino por ser el lugar que nos conectó como amigos y para toda la vida.



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(*) El bullying es un mal que debemos erradicar y para ello se debe trabajar a nivel de padres en propender el vínculo sano y cariñoso entre los hijos que se conectan en un mismo colegio. Siempre hay problemas, diferencias, pero son más las veces en que ellos se manifiestan amor de las que podríamos imaginar. Cuidar ese cariño es urgente. De pronto crecen, cambian hábitos, la adolescencia barre con la ingenuidad y para entonces será poco lo que podamos hacer

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