27 febrero 2011

El mundo desde la Divina

Imposible acordarme exactamente la primera vez que entré al patio central de la Parroquia de Nuestra Señora de la Divina Providencia (la amarilla, entre Antonio Varas y Carlos Antúnez), pero si recuerdo una tarde soleada en que quedé varios minutos mirando al Cristo de los brazos abiertos, las frágiles camelias y el noble parrón.


Me parece que desde esa tarde nunca más me fui de ahí. Fueron largas esperas para que mi madre saliera de sus reuniones, varios amigos que conocí durante la primera comunión y otros tantos en el Movimiento Eucarístico Juvenil: el MEJ.

Por esa época tenía 13 o 14 años y dedicaba los sábados completos a la Iglesia. A las 10:30 a reunión en una de las tantas salas del segundo piso a la cual se accedía desde un pasillo donde se podía ver todo el patio y donde siempre olía a madera, polvo, tiza y mirra. Probablemente fui el único con 100% de asistencia, incluida las misas de "los niños" a las 10:00 de los domingos.

Más tarde vino la época de la Confirmación junto a 2 de los amigos del Mej: César y Romy. El resto, tras casi 10 años desde esa primera tarde que recuerdo, iba y volvía de la iglesia. Y como el cuento de los perritos, de los tres quedé solo yo como "monitor" de nuevos chicos que llegaban a confirmarse.

Así llegue a los 22 años, con más de mil rostros en mi mente con el parrón, el cristo y las camelias de fondo. Fue en un retiro de esos que partían el viernes por la noche y terminaban el domingo cuando decidí que ya era suficiente. Al terminar de actuar dije "hasta acá llego". Y hasta ahí llegué. Nunca más participé de grupos eucarísticos, fui menos a misa y solo volví a esas añosas salas del segundo piso por las reuniones matrimoniales, 16 años después.

Hacía orden en mi casa y vi un CD anónimo. Lo puse y sonó Silvio Rodríguez, algo así como el soundtrack de varios pasajes de mi vida, pero en especial de mi época en la iglesia. Volvió el paisaje del patio central de la DIvina, los canturreos después de misa y en peñas a beneficio, las niñas bonitas que pescan y que evaden, la sensación de libertad y la simpleza de vivir.

No sé si los rostros que retengo en mi retina se acuerden aún de mí. Hay algunos en Facebook, otros en Twitter y la mayoría en mi corazón, con miedo de verlos hoy y romper el recuerdo que tengo de la mayoría: cantando en misa o bajo el parrón, junto a una guitarra, como si nada más en esta vida importara. Solo nosotros.

El mundo desde la Divina, al menos hasta el día en que dije "basta", fue correr, enamorarse, leer lecturas rompiendo con la timidez, rezar, reír, cantar, cantar y cantar. "Si no creyera en la locura..." canta Silvio mientras escribo.

3 comentarios:

merlecarolina dijo...

Te leo, y el tiempo se detuvo... Regresé momentos que están catalogados como lo mâs lindos que tengo guardado en el bahúl de los recuerdos...
Con varios nos hemos juntado, y siempre queda la sensación de que tanto tiempo no ha pasado, de que todo ese canto fue apenas ayer... Y todos hemos coincidido en que fue una linda etapa en nuestras vidas.
Qué lindas tus palabras, gracias por hacerme volver, gracias por recordar, gracias por recordarnos... Un abrazo.

César Pedrini dijo...

Ese paso largo dentro de toda mi caminata ha sido el más importante dentro de mi formación como persona... encontré amigos y mi rumbo para seguir mi camino.
A aquellos de ustedes que tocaron mi vida aunque fuera por talo un instante... GRACIAS POR TODO !

ANITA GORMAZ dijo...

Querido leo , que hermosas palabras, que lindos recuerdos sin duda los mas nobles recuerdos de amistad de compañerismos de union; No pude evitar volver a esos añorados años en la divina providencia, un gran abrazo a todos esos niños que un dia encontraron su camino en ese hermoso grupo de personas que ahora todos adultos llevamos en nuestro corazon las maravillosas historias que se tejeron en la Divina Providencia y que fueron muy importantes en la formacion de cada uno de nosotros ...un gran abrazo a todos.....