13 enero 2010

¡Qué agradable!

Copiapó no es de las ciudades más hermosas de Chile, pero ocurre que sin importar el lugar, paso por un momento extremadamente agradable.

Luego de dar una charla ante un centenar de empresarios de la región de Atacama y de un almuerzo contundente, gentileza de los organizadores del evento que me trajo hasta acá, me puse a caminar por el centro de Copapó.

Tras 20 minutos me convencí que todo es más caro que en Santiago y que aparte de una exposición de pinturas maravillosas de Olga Feliú (¿Alguien la conoce?), no hay nada que recorrer.

Entonces me fui a la plaza de armas de acá y resultó ser la típica de todos los pueblos: grande, rodeada de la catedral, el correo, la casa de cultura y algunos locales comerciales.

Y justamente bajo la casa de cultura hay un pequeño solar silencioso, escondido, de temperatura agradable y con un local bien atendido. Me senté y pedí una limonada. Exquisita.

Medité en cosas de la vida y emprendí camino al otro extremo, donde decía "Helados Artesanales". Por $800 compré una senda porción de helado de canela en vaso. Me senté en la plaza y me puse a mirar a los copiapinos pasar de allá para acá.

Entremedio una llamada de Perrín (grande Perrín) invitándome para celebrar el año de su hijo (grande cachorrín) este 23 de enero. No hablaba con él hace meses, así que fue una grata sorpresa escucharlo estando tan lejos de Santiago, aún cuando sea por el día.

Ya son las 17:30 y a las 18:00 debo juntarme con una persona que me lleva al aeropuesto y de ahí a la capital otra vez. Pero antes, me vine a otro espacio escondido de Copiapó a tomar un jugo de arrope (sic) bien helado y escribir estas lineas.

¡Qué agradable!

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