14 octubre 2009

Mi lado ecológico re descubierto

Alguna vez quise ser periodista científico, ligado al ámbito del medioambiente, pero pronto lo deseché y nunca más volví a revisar mis posición frente a este tema. Incluso rechazo a los ecologistas y me molesta tener que desenchufar las cosas por recomendación de mi esposa para minimizar el consumo energético. Pero ya era hora de revisar "mi parada" al respecto.

Hoy conversaba con un viejo amigo respecto de la sustentabilidad de nuestro planeta, de cómo estamos destruyendo todos los hábitat y como hacemos de la naturaleza entera un gran bien en extinción.

No conversamos SOLO de eso, seríamos unos amargados, pero nos quedó dando vueltas el "qué hacemos", si parece que cada ahorro de energía o conducta ecologista es como regar en el desierto.

Resulta que llegué a casa con todos esos cuestionamientos y me encontré con mi esposa amamantando a Sebastián, ese bebé que cada día me quita más minutos de atención con sus caras chistosas, sus balbuceos y sus sonrisas ante cada beso.

¿Qué mundo estoy heredando a este hijo? Al final del día es él quien tenga más tacos en las calles, más contaminación, menos verde y un costo de la vida mayor. Y sus hijos, mis nietos, vivirán una profunda crisis medioambiental que yo no conoceré pues estaré bajo tierra.

Resolví no resolver nada, excepto aprovechar como nunca lo que hoy existe. Tomé un gran vaso de agua, me comí una manzana y una naranja a mordiscones gigantes, salí a la terraza y experimente grandes bocanadas de aire verpertino y, ya de madrugada, estoy presto a dormir disfrutando de un silencio que quizá a futuro no exista.

No soy un apocalíptico que cree que el mundo acabará muy pronto, tampoco un soñador que desee cambiar el rumbo aniquilante que nuestra sociedad le imprime al medioambiente. Tan solo lamento que tantas personas prefieran acumular riquezas en sus cuentas corrientes en vez de regalarle vida a las futuras generaciones,

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