13 mayo 2008

Siete por cinco

Faltan minutos para cumplir mis 35 años. ¿Viejo? No, en absoluto, más bien preocupado por saber cuánto de esos años he vivido realmente. Hay un viejo refrán que dice que "la vida es la suma de los segundos conscientemente vividos" y, al menos en mi caso, la conciencia me llegó bien tarde. Pasado los 20 años, quizá...

Pero pocos o muchos los segundos realmente vividos, han sido intensos, llenos de adrenalina y cargados de compromiso social. La etapa más negra que pasé cuando "teenager" fue el destete de mi vieja, la oscura visión de la vida y el rechazo a las exigencias universitarias. En cuarto lugar están los sufrimientos del corazón, la polola que me engañó, el amor no correspondido y la princesa de los cuentos que decidió que yo no era su príncipe azul.

La luz de esos años estuvo en los infinitos campamentos y paseos con amigos en verano o en los fines de semana, donde tomé la costumbre que sigue hasta hoy de caminar sin rumbo, sin razón aparente... caminar por el sólo hecho de caminar, en la tierra, sobre el pasto, de bajada y de subida. Caminar hasta descansar, contemplar el lugar y luego volver a caminar devuelta.

Me acuerdo de una caminata eterna camino a Farellones, sobre millones de hojas secas que se mezclaban con el color del atardecer, transformando un todo de color ocre sin horizonte. O en el vapuleado Chaitén, cuando subimos (en plural, pues éramos 30 ó 40 amigos) por un bosque que adornaba un cerro, mientras llovía torrencialmente de "abajo hacia arriba"; hasta en Santiago las caminatas eran conversadas con amigos por largas horas y sin destino claro (son realmente muchas... me doy cuenta que debo escribir de más caminatas, pronto).

Cada paso con mis bototos aventureros era un segundo de conciencia vivido a concho, que fueron transformando mis dudas existenciales y problemas, en sonrisas y aprendizaje. Así, entre caminos y caminatas, llegué al cuarto de siglo, a los veinticinco.

Esa fue una etapa marcada por el fin de mi carrera y el comienzo de mi etapa laboral. A los 25 retomé la vida y me puse al día, pase de ser el eterno estudiante a empresario, casi de la noche a la mañana. Ahí partieron 5 años de mucha soledad de pareja, donde proyecté mi forma de ser en el ámbito laboral, en desmedro de mi natural forma de ser.

Sólo a los 30 llegó cierto equilibrio, me sentí por fin "adulto" y me atreví a decir "no" a muchas cosas que hasta entonces hacía sin pensar. A partir de los treinta me volví más reflexivo y, en cierto modo, más responsable con mi persona. Ayudó mucho el que ese cumpleaños coincidió con el primero de 5 años como profesor universitario, lo que me hizo enfrentar a los adolescentes desde una vereda distinta a la mía. Ya no éramos "nosotros", sino "ellos".

Cuando sea miércoles catorce dejo atrás los 34 y cumplo un año más de vida. No me celebraré y no tengo claro por qué no quiero celebrarme. Excusas tengo muchas, mi último cumple soltero, el que sea un número múltiplo de 5, el que justo mañana 14 se lanza el primer suplemento de DiarioPyme con el diario Publimetro...

Mañana será un día común, con reuniones, almuerzo con mi madre y una tarde de más relajo con mi polola-novia. Mañana tendré la emoción de abrir algunos regalos, recibir llamados de los cercanos y, como siempre, alguna sorpresa. Pero en general, será el inicio de una etapa nueva en mi vida que probablemente termine al multiplicar cinco por ocho.

De cinco en cinco es la cosa... parece.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amor es el fin de una etapa y el comienzo de una nueva, y me siento muy pero muy pero muy pero muy muymuy muy (de verdad) afortunada y felíz de compartirla contigo.

Te Amo y felíz Cumple de nuevo !!!

Tu polola novia