Hace tiempo no miraba el amanecer en Santiago. Hoy, sin razón, a las 4 se fue el sueño y no contuve las ganas de navegar sin razón, por correos antiguos y olvidados, por sitios web antes comunes y hoy casi abandonados.
Los intereses cambian, pero un breve repaso por el ayer hace recordar lo que uno fue y entender quien es uno hoy. Avanzar es bueno, pero sólo se comprende el presente cuando se echa mano al pasado. Así, el futuro es mucho más abordable.
Se va el 2008, quedan menos de 15 días. Este año me casé y un hijo se engendra en el vientre de Pamela. Perdí amigos y gané hermanos. Una empresa se escapó y la otra maduró. El 2007 aseguré que este año sería mejor y la verdad es que así fue, pero como toda batalla hay vencidos y vencedores.
A veces el obligatorio avance del tiempo, de la vida misma, agota y alegra tanto que cuesta seguir el ritmo. Tan alto que da miedo caer, tan bajo que dan fuerzas para subir. Tan afuera que da gusto entrar. Tan encerrado que se disfruta salir. Tan allá que se valora cuando uno estaba acá. Tan aquí que de pronto dan deseos de estar un buen rato allá.
Cada vez estoy más conforme de lo que soy, lo que tengo y lo que hago. Cada día me importa menos lo que no pude hacer, lo que no puedo tener y el tipo de persona que no logro ser. Despierto más cercano a mi esencia, transito por el día acompañado de mis pensamientos y llego a la noche en paz con mi conciencia.
A diferencia de otros años, este se lleva un "estado" por última vez: la individualidad.
Viene un llanto en camino. Una sonrisa inocente. Un beso fácil. Un abrazo sincero. Los ojos de mis ojos. Una materialización del amor.
Ya amaneció.
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