Tomar un libro casi al azar de la tienda donde descansan miles, invertir un valor que también alcanza para otros placeres, llevarlo a casa y dejar que repose un tiempo en el librero donde hay menos libros pero todos escogidos bajo el mismo criterio, para finalmente sacarlo de esa oscuridad y llevarlo al velador donde durante 30 o más días iluminará mi mente, es todo un desafío que pocas veces logro concretar.