Este texto lo escribí para una editorial de http://www.diariopyme.com, pero me quedó tan personal que además lo comparto en este íntimo espacio de Un Ciudadano llamado Leo Meyer:
Nuestro comportamiento como personas en la sociedad no deja de sorprenderme. De manera constante analizo lo que hace el resto, mi propio actuar y lo que veo o leo en los medios de comunicación. Dedico importantes horas a "pensar" a "meditar", sin el objetivo de jactarme de aquello con mis más cercanos, sino por gusto, para mí.
Y he llegado a conclusiones que, debido a que nada es constante ni absoluto, en esta etapa de mi vida (acabo de cumplir 35 años) me parecen certezas.
Generalmente resulta más fácil perder lo ganado que ganar aquello que nunca he tenido y siempre he querido. Parece ser que dilapidar las ganancias es más común que consolidarlas. Nos asombramos cuando alguien hace algo bueno y somos los primeros en destacar los errores del resto. Tenemos tres minutos de tristeza y preocupación por cada uno de alegría. Ya ni en las fotografías nos nace sonreír.
En el plano familiar no reconocemos públicamente el amor por nuestros padres y éstos no se esfuerzan por reconocer directamente a sus hijos cuánto los quieren, con cariños, abrazos, besos y palabras de aliento. En cambio, hay reconocimiento material por parte de los padres a los hijos, de la mano con una serie de exigencias. De vuelta, tenemos hijos que no aprenden con ejemplos a ser demostrativos y que por ello aman u odian los bienes materiales, en vez de mirarlos con más templanza.
De lo anterior, se genera un plano afectivo íntimo, de pareja, que está en decadencia social. Muy pocos se comprometen con quien dicen amar, y cuando lo hacen, las razones más repetidas son "por el hijo que viene en camino", "porque ahora podemos (dicho en términos económicos)" y "porque ya es hora (dicho en términos de la edad o el tiempo que lleva la relación)". Pero casi nadie dice "porque la o lo amo".
Insisto: pienso que el amor no está en crisis, lo que me resulta evidentemente en decadencia es el compromiso, y eso está muy, pero muy mal. Parece que nadie ha explicado que idealmente ser comprometido vaya de la mano con ser fiel, pero no es una obligatoriedad, excepto para la mirada de algunas religiones. Ser comprometido es asumir una responsabilidad sin presiones y dar lo mejor de si para que lo asumido se haga y bien, sin caer en la testarudez.
Si no hay compromiso de pareja ni amor por el seno familiar... ¡qué podemos esperar de las relaciones que ha construido el hombre!Las relaciones comerciales no son naturales como la amistad, el amor y los afectos en general. La relación de un empresario con sus trabajadores es inventada por los hombres. Lo mismo ocurre entre proveedores y clientes, entre socios, entre compañeros de trabajo... en todo sistema laboral, dependiente o independiente, existen un sin fin de relaciones y todas ellas son creadas por el hombre. Incluso en las empresas familiares parece primar más la relación comercial que la sanguínea.
Siguiendo con mi cuestionamiento... ¿Qué podemos esperar de estas relaciones comerciales si las propias del ser humano están mal?
Cada día veo más empleados con la misma riqueza material que tenían hace cinco años, agradeciendo al cielo por mantener su trabajo y engañados por su deseo de supervivencia por tener lo que tienen. Prefieren no tener problemas que aspirar a más. En cambio, veo empresarios que partieron igual que sus empleados y hoy tienen autos, casas, riqueza y una serie de beneficios que sus empleados sólo sueñan.
Y entre empresarios la lucha es aún más encarnizada. El que compra quiere "la guerra mundial por cinco pesos", se siente con el poder de exigir rebajas en los precios sin fijarse en la calidad y además paga prácticamente cuando quiere. Pero como esto es una cadena, no podemos ser tan injustos... tenemos que contentarnos con justificar este comportamiento en base a que a ese empresario también lo tratan igual sus clientes, que a su vez también tratan igual, y así.
Obviamente un cambio cultural en el ámbito económico no se producirá de la noche a la mañana. No soñemos. Acá don Quijote se muere de pena. Pero sí podemos cambiar hoy, ahora, en nuestro entorno. Aprendamos a querer, a querernos y a enseñemos a ser más demostrativos.
Si eso cambia hoy, es muy probable que nuestros hijos y nietos vivan en un mundo mejor. ¿Acaso hay alguien que no quiera eso para ellos? ¿Ni siquiera somos capaces de comprometernos con ellos? Señores, el futuro de la humanidad depende de cada uno de nosotros. No mire para el lado, haga su parte.
1 comentario:
las realidades personales son totalmente diferenetes en cada uno de nosotros, paar algunos lo mas importante es el sobrevivir por las responsabilidades que tenemos por detras (hijos , parejas , estudios etc) no obstante creemos que el soñar es simpre importante.
no olvides que todos partimos idealistas y que solo algunos nos mantenemos firmes a nuestros principios..
un gran abrazo
tu amigo
Carlos Trincado
Publicar un comentario