25 febrero 2023

Entendí

Nada es más difícil que existir y crecer en un hábitat distinto al cual uno fue diseñado por sus padres, quienes al no saber cómo sería ese entorno no tienen culpa alguna de lo que hicieron contigo.

A veces le apuntan y es maravilloso porque te dan las armas que necesitas. A veces no pero hubo alguien por ahí disfrazado de tía, vecino o referente que aportó con esas herramientas que no te parecían tan útiles cuando eres joven y solo con el paso del tiempo se convirtieron en un verdadero salvavida.

Pero a veces se genera un vacío y debes enfrentar un hábitat sin estar preparado para ello. O bien --lo que me resulta un descubrimiento maravilloso, nuevo y que me motivó a escribir estas palabras--, tienes un sobre stock de cosas con las que cargas, que no has necesitado hasta acá y quizás nunca sea necesario utilizar.

Es como el soldado instruido para la guerra en tiempos de paz o como el pensador visionario que vive en tiempos de guerra e inmediatez.

Al principio ese conflicto no será tan claro y se resumirá en fuertes discusiones con quienes insisten en ese hábitat que les tocó y para el cual te preparan sin pensar que no será necesariamente el tuyo, algo que puedes terminar por aceptar si no naciste para ser lider sino para respirar sin cuestionar. De lo contrario, en algún momento ves todo con claridad y se produce un cortocircuito tan grande que las esquirlas duelen.

Tuve el privilegio de recibir una instrucción primaria para la peor de las guerras: para una carnicería no solo física sino psicológica. Sin embargo crecí en un hábitat con pequeños privilegios y en tiempos de paz, por lo que todo aquello no fue necesario usar excepto en el único campo habilitado para eso, el de entrenamiento. 

A eso debo sumar una espiritualidad encapsulada y deseosa de crecer, mucho más conectada con la luz, con el amor, con la bondad, por lo que mi naturaleza siempre fue intentar botar las armas y rodearme de intelecto.

Pero nunca fue tan fácil porque nunca tuve la claridad que hoy me permite escribir esto. Sin esa claridad fui tomando decisiones que me llevaron a habitar espacios parecidos a mi lugar de entrenamiento. Pero confundí contextos y me paré como guerrero en espacios de paz y con el corazón abierto en espacios de guerra.

Por ejemplo, en el mundo del emprendimiento donde hay una selva en la que los más fuertes siempre van a primar, he desarrollado un perfil servicial impulsado por mi profesión. Y ser el rival más débil siempre te exige un gran coraje necesario para asegurar tu supervivencia, lo que a la larga desgasta. 

Por otra parte en el mundo de las relaciones he priorizado al arquetipo del guerrero en vez de dar libertad absoluta al ser más conectado con los sentimientos. No cerraba los ojos. No me entregaba. Estaba atento al conflicto y ajeno al disfrute. Y así nunca iba a funcionar.

Tengo claro que no se trata de decir "tomé decisiones equivocadas" ni de culpar a otros. Se trata de comprender que sin la claridad del hoy actué desde la confusión del ayer y con ello: perdí oportunidades, causé dolor, me hice daño, viví en conflicto y viví la vida como una eterna cuesta arriba. Ya está. Ya lo hice y nada lo va a cambiar.

Mi profundo bienestar ocurre al darme cuenta de lo fuerte que he sido para sobrevivir a todo esto. Pocos lo hacen sin caer el profundas depresiones o derechamente en la aceptación de esa realidad sombría y limitante con resignación. No. Yo no. Siempre supe que había una luz y que hay que caminar buscándola en todas las direcciones hasta encontrarla. Y no solo superé todo eso sino que me di maña para avanzar, crear, conseguir cosas.

Feliz por los que no les tocó esto y por quienes si les tocó pero lo superaron hace tiempo. No ha sido mi caso así que recién ahora puedo decir que estoy también feliz pero porque tengo el alivio de entender.

Ya podré sanar.

07 mayo 2022

El día que pasamos a la final

(*) Autor: Leo Meyer

Nada me resulta mas alegre que compartir abrazos con mis amigos, esos mismos que veo a diario y que en momentos como hoy me dan la impresión de no haberlos visto en un buen tiempo. Y algo de eso ocurre. La pasión que pusieron en la cancha, de visita, sin el Cato en cancha y con la obligación de ganar, no la había visto nunca.

Siento que los admiro. Que son mejores de lo que imaginé y no ahora porque que triunfaron sino cómo lo hicieron. Desde la galería parece que uno no logra conectar y claro que si, no me gusta el fútbol pero hoy podría haber entrado a la cancha si era necesario, así de comprometido estuve los 70 minutos que duró la épica.

-- ¡Épico!

Eso fue lo primero que atiné a gritarle al Polo en la oreja cuando sonó el pitazo que nos puso en la final de la próxima semana. Lo abracé a él, al Canti, al Topo, al del B que no conozco bien, a todos y varias veces.

-- Wena Totín -- así me gritaron casi todos. Saben que soy el incondicional que los veo en los recreos, los entrenamientos y en estos pocos partidos en los que juegan antes de quedar eliminados. Pero este año fue distinto y sin proponerlo. Igual lo intuí. Llegaron todos mas altos del verano y por alguna razón la alegría de tantos años compartiendo a diario se trasladó a la cancha. Y conmigo y algunos papás, a la galería. Claro, y las chicas también, pero ellas lo viven distinto, tienen sus propios intereses en el que les gusta o en el hermano del que les gusta entonces le hacen barra a ese. Pero da igual. Son parte del grupo, de este extraordinario equipo de casi 30 que hoy celebra por ganar una pichanga.

Y nunca nos falta una razón para pasarlo bien.

Mi primo está en otro colegio y me cuenta que no le pasa lo mismo. Tiene 2 amigos y hace poco se peleó con su primera polola, pero todo el resto como que le da lo mismo. Incluso dice que odia a algunos compañeros por razones que ni me acuerdo. En cambio yo a mis compañeros los quiero. Los re-quiero en verdad. No sé desde cuándo ni porqué pero lo bueno es que estoy seguro que ellos también me quieren a mí. Hasta en las peleas los quiero, o cuando no me invitan a uno de sus cumpleaños. Nos podemos enojar, burlar, pero al final nos encanta estar juntos.

-Es algo maravilloso que deben cuidar-, me dice mi papá cada vez que le cuento esto que me pasa con ellos. Si a mí me parece fantástico a él le vuela la cabeza. Y a mi mamá también. Los dos dicen que no vivieron algo ni siquiera similar. Al revés, cada uno apenas tiene un puñado de amigos en Facebook (¡Quién usa Facebook!) y sería todo.

- ¡Medio golazo Patolín!
- Weeeena Patomaster!
- ¡Patogol!
- Astudillo presidente!!!

El Pato Astudillo no había jugado ningún partido. Era el clásico malo para la pelota pero que no falta a ningún entrenamiento. Bueno para las matemáticas y malo para todo lo demás. Se salvó de no repetir en 5to y ahora anda asustado con Historia y Física. Pero cuando se trata de jugar fútbol ahí está. Siempre listo. Atento. Como hoy en la última jugada cuando le llegó el rebote y la clavó en el ángulo.

- Cuenta la firme Astudillo: cerraste los ojos y le pegaste.
- ¿O no?
- Yo pensé que se iba fuera
- Estaba seguro que le habíai pegado tu el bombazo, Canti.
- ¡Me la quitó el Pato! Maldito cabrón

Nos tiramos todos arriba del Patolin que todavía no dice ninguna palabra. Es callado pero ahora más. Como que aún no puede creer lo que pasó. Estoy seguro que está pensando en su papá que lo critica por pasar pensando en fútbol. "Juega una que otra pichanga pero olvídate de ser futbolista. Hay que ser bueno para eso y a tí ni te consideran en el equipo. Mejor estudia". Eso me contó el Astu que le dijo el papá el otro día. Pero da igual. Su papá me cae bien pero maneja pésimo.

Todos los papás son choros acá en el curso. Y las mamás. A veces pienso que es mentira pero es verdad. Conozco la casa de casi todos y siempre la paso bien. A veces mi papá se pone a pelar cuando nos vamos de un asado y yo lo escucho no más, pero son tonteras. Que la casa, el auto nuevo, el viaje. Así deben pelarlo a él también. Pero lo importante es que se ríen con cerveza en mano y buena música.

Eso. La música. Si hay algo que me conecta con mis amigos es la música. Pocos guitarrean pero nos gusta escuchar música cuando estamos todos juntos. Las primeras fiestas han sido extrañas pero me encantan. Me encanta la Trini. Todavía no la saco a bailar pero ya estoy ensayando en el espejo.

Los papás del Troncoso nos compraron bebidas para todos y acá estamos en una plaza desparramados por el pasto festejando el paso a la final. 

Y los miro. Y los quiero. Son mis amigos. Yo gano aunque no juegue con ellos y ellos saben que yo estoy alentándolos con el bombo cada vez que juegan.

Esta es una imagen mental que nunca voy a borrar. Otro gran recuerdo de este 7mo A del colegio del que jamás me quiero ir, no por las clases que siempre son fomes no por el espacio físico que necesita harto arreglo. Sino por ser el lugar que nos conectó como amigos y para toda la vida.



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(*) El bullying es un mal que debemos erradicar y para ello se debe trabajar a nivel de padres en propender el vínculo sano y cariñoso entre los hijos que se conectan en un mismo colegio. Siempre hay problemas, diferencias, pero son más las veces en que ellos se manifiestan amor de las que podríamos imaginar. Cuidar ese cariño es urgente. De pronto crecen, cambian hábitos, la adolescencia barre con la ingenuidad y para entonces será poco lo que podamos hacer

03 febrero 2022

LO QUE ME QUEDA DE CAS EN UN SQC 60

No sabía que el viento te acompañó en mi ausencia, que el mar te protegió y las luces de esa incipiente ciudad acunaron tu sueño. No logré comprender a tiempo que nada era más importante que mi voz en tu oído, que mi cuerpo en tu mente y mi corazón en el tuyo. No dimensioné tu abrazo, tu beso, tu suspiro ni tu necesidad por estar ahí conmigo.

En ese instante en que la arena entra en tus pies tu voz se adueña de mi nostalgia, y esta madrugada añeja se ilumina y se revitaliza con esas confesiones íntimas de aquellos tiempos.

Nunca pude entender eso que me pedías sin dudar. No valoré eso que buscabas incansablemente para regalarme por el simple hecho de saber que era algo que me gustaba. Jamás pude suponer por un segundo que decidirías rechazar aquello que casi con seguridad yo hubiese hecho.

En ese instante en que te alejas de todo para estar conmigo a la distancia yo no me acerqué. No fui al encuentro. Te esperé entonces, después y hasta que un buen día decidiste no ir más. Nunca más.

No sabía. No comprendí. No dimensioné. No entendí. No supuse. No fui. Te negué en vez de decir que si a todo eso que me dabas.

Pero ya está. Al final del día me dio gusto escucharte allá y no acá. Entonces y no ahora. En esa cápsula de tiempo en que yo era todo para ti y tú eras todo para mí sin saberlo, sin comprender, sin dimensionarlo, sin entenderlo, sin suponerlo.

Y por fin pude ir yo a tu encuentro.

29 abril 2020

Un tigre y su tormenta


En todo hombre habitan dos tigres
Uno es aquél impulsivo y desconfiado que usa su fiereza para defenderse.
El otro construye sin descanso puentes de reflexión y empatía, dejando como último recurso la defensa propia para sobrevivir.
Ambos convivirán siempre y la tarea de todo hombre es alimentar al que mejor define lo que quiere hacer con su vida.

(Proverbio ZEN)

Afortunadamente hasta hoy ni yo ni ningún ser querido de mi entorno más cercano se ha contagiado de Coronavirus, sin embargo todos los seres humanos en mayor o menor grado hemos sido "infectados" con sus efectos.

Muchos han visto morir a seres queridos sin poder darles una despedida. Otros emprendedores han sufrido el fin de sus sueños a manos del endeudamiento, han tenido que despedir a su equipo y tendrán que enfrentar una dolorosa quiebra.

La gran mayoría de nuestras conversaciones llenas de sonrisas se han opacado, extrañamos los abrazos y nos estamos intentando acostumbrar a reemplazar la piel por la pantalla. El calor de una mirada por la frialdad de la cámara. Los gestos por emoticones.

07 julio 2019

Mirar atrás

Retroceder dos pasos para avanzar tres. Mirar tras los hombros y darte cuenta del avance no basta, no sirve, es una trampa. Si has hecho lo que te gusta ¿cómo negarte a vivirlo o sentirlo de nuevo? Se siente miedo cuando allá en el pasado hay cosas que nunca fueron tus decisiones. Pero si todo está en orden, ¿a qué se le puede temer? A una cosa: darte cuenta que avanzaste pero no en la dirección correcta.
Igualmente es bueno, quizá puedas recuperar el camino correcto, enmendar el rumbo o simplemente intentar un nuevo sendero. Crearlo si es necesario.