Nada es más difícil que existir y crecer en un hábitat distinto al cual uno fue diseñado por sus padres, quienes al no saber cómo sería ese entorno no tienen culpa alguna de lo que hicieron contigo.
A veces le apuntan y es maravilloso porque te dan las armas que necesitas. A veces no pero hubo alguien por ahí disfrazado de tía, vecino o referente que aportó con esas herramientas que no te parecían tan útiles cuando eres joven y solo con el paso del tiempo se convirtieron en un verdadero salvavida.
Pero a veces se genera un vacío y debes enfrentar un hábitat sin estar preparado para ello. O bien --lo que me resulta un descubrimiento maravilloso, nuevo y que me motivó a escribir estas palabras--, tienes un sobre stock de cosas con las que cargas, que no has necesitado hasta acá y quizás nunca sea necesario utilizar.
Es como el soldado instruido para la guerra en tiempos de paz o como el pensador visionario que vive en tiempos de guerra e inmediatez.
Al principio ese conflicto no será tan claro y se resumirá en fuertes discusiones con quienes insisten en ese hábitat que les tocó y para el cual te preparan sin pensar que no será necesariamente el tuyo, algo que puedes terminar por aceptar si no naciste para ser lider sino para respirar sin cuestionar. De lo contrario, en algún momento ves todo con claridad y se produce un cortocircuito tan grande que las esquirlas duelen.
Tuve el privilegio de recibir una instrucción primaria para la peor de las guerras: para una carnicería no solo física sino psicológica. Sin embargo crecí en un hábitat con pequeños privilegios y en tiempos de paz, por lo que todo aquello no fue necesario usar excepto en el único campo habilitado para eso, el de entrenamiento.
A eso debo sumar una espiritualidad encapsulada y deseosa de crecer, mucho más conectada con la luz, con el amor, con la bondad, por lo que mi naturaleza siempre fue intentar botar las armas y rodearme de intelecto.
Pero nunca fue tan fácil porque nunca tuve la claridad que hoy me permite escribir esto. Sin esa claridad fui tomando decisiones que me llevaron a habitar espacios parecidos a mi lugar de entrenamiento. Pero confundí contextos y me paré como guerrero en espacios de paz y con el corazón abierto en espacios de guerra.
Por ejemplo, en el mundo del emprendimiento donde hay una selva en la que los más fuertes siempre van a primar, he desarrollado un perfil servicial impulsado por mi profesión. Y ser el rival más débil siempre te exige un gran coraje necesario para asegurar tu supervivencia, lo que a la larga desgasta.
Por otra parte en el mundo de las relaciones he priorizado al arquetipo del guerrero en vez de dar libertad absoluta al ser más conectado con los sentimientos. No cerraba los ojos. No me entregaba. Estaba atento al conflicto y ajeno al disfrute. Y así nunca iba a funcionar.
Tengo claro que no se trata de decir "tomé decisiones equivocadas" ni de culpar a otros. Se trata de comprender que sin la claridad del hoy actué desde la confusión del ayer y con ello: perdí oportunidades, causé dolor, me hice daño, viví en conflicto y viví la vida como una eterna cuesta arriba. Ya está. Ya lo hice y nada lo va a cambiar.
Mi profundo bienestar ocurre al darme cuenta de lo fuerte que he sido para sobrevivir a todo esto. Pocos lo hacen sin caer el profundas depresiones o derechamente en la aceptación de esa realidad sombría y limitante con resignación. No. Yo no. Siempre supe que había una luz y que hay que caminar buscándola en todas las direcciones hasta encontrarla. Y no solo superé todo eso sino que me di maña para avanzar, crear, conseguir cosas.
Feliz por los que no les tocó esto y por quienes si les tocó pero lo superaron hace tiempo. No ha sido mi caso así que recién ahora puedo decir que estoy también feliz pero porque tengo el alivio de entender.
Ya podré sanar.